Pronto va a hacer un año que se murió mi perra. Una perra que me encontré en Cádiz siendo un cachorro, abandonada y maltratada.
Todavía la lloro todos y cada uno de mis días.
Alquilé un coche para poder traerla a Madrid. La llevé al veterinario para que la hiciesen una revisión, le pusé un chip, y todas las vacunas.
Vivió conmigo y con mi familia algo más de diez años. Una década en la que me ha pasado de todo y en la que por más que haya perdido, ella ha seguido a mi lado porque renuncié a todo lo que fue necesario para que siguiéramos juntas.
Cuando empezó la crisis y mi vida se torció hasta casi reducirse a cenizas mis padres nos acogieron a las dos. Ellos ya tenían una perra, una gata y un pájaro. Aún así nos recibieron con amor y alegría.
El año pasado de repente se enfermó. La llevamos corriendo al veterinario, la hicimos mil pruebas, probamos todos los tratamientos que nos dijeron, hasta que un fallo en el corazón le provocó otro multiorgánico. Nos dijeron que iba a morir, que le quedaban horas, o a lo sumo un par de días, y que sí queríamos evitarla sufrimientos había que sacrificarla. Lo hicimos llenos de dolor para que no padeciese ni un segundo de forma innecesaria. Sueño con sus ojos mirándome cuando nos despedimos casi cada noche.
Fue pasando el tiempo, y nosotros, que siempre hemos tenido animales a los que considerábamos familia y no mascotas (casi siempre regalados o recogidos de la calle), a los que hemos cuidado, llevado con nosotros de vacaciones, y renunciado a ellas si no podían venir, decidimos adoptar uno y no comprar. Aquí empezó nuestro calvario.
La primera desilusión llegó cuando mi hermana se hizo socia y voluntaria en una protectora de Torrejón de Ardoz. Cada uno de sus días libres lo invertía allí. Un día llegó una perra cruce de bóxer con American Stafford de unos cuatro años. Había vivido encerrada en un sótano pariendo camadas en bucle hasta que la rescató la policía.
Mi hermana inició los trámites de la adopción. Se sacó una licencia de perros peligrosos; hizo el test que requerían en el ayuntamiento; la solicitó por escrito mostrando cuáles iban a ser las condiciones en las que viviría el animal... Y mientras "valoraban y contestaban", comenzó a pagar una "ayuda" para colaborar en su manutención.
Nunca la contestaron siquiera los e-mails de solicitud. Transcurrió el tiempo, y volvió a transcurrir. Hartos, pensamos que es que la vida nos decía que ese no era nuestro perro. Son cosas que pasan.
Después de esto, nuestro veterinario, que colabora con diversas asociaciones, nos habló de un chuchillo mil razas de esos con una oreja para arriba y otra para abajo en Granada. Volvimos a comenzar el proceso y nos lo asignaron. Sólo había que esperar a que un coche "solidario" lo trajera a Madrid. Nos ofrecimos a pagar todos los gastos. Nos decían que habían encontrado uno y luego que la posibilidad se había caído. Esperamos más de dos meses desde la asignación antes de empezar a aburrirnos de las largas que daban, del ahora sí ahora no. Encima eres un pesado por insistir.
Decidimos renunciar a buscar otro perro, se acumulaban las tristezas.
Hasta la semana pasada. Una amiga que es de voluntariado de animales, me mandó una foto (la de arriba) y me dijo que la iban a sacrificar en 72 horas. Estaba en Valencia. Tenía un año y su dueña la tuvo que llevar a una perrera porque se marchaba de España. Me dijo que podíamos salvar una vida.
Me fui corriendo a casa a hablar con mis padres; nada más verla la cara decidimos que no podíamos permitirlo. Hablé con mi amiga y solicitamos la adopción entregando todos los datos que pedían; pensamos hasta en ir a por ella en nuestro propio coche para recogerla. A partir de ahí, su silencio. Como en muchas, no cogen el teléfono en esa protectora. Mi amiga mandaba mails a diario para saber algo. Hasta ayer martes; nos contestaron un escueto "la perra ha sido asignada a otro solicitante", ni un "lo sentimos", ni un "gracias por su interés".
Yo me puedo comer mis desilusiones, pero la tristeza en los ojos de mi padre, NO.
Aún no hemos sido capaces de borrar su foto del teléfono.
Yo sé que los voluntarios trabajan por amor a los animales, pero qué quieres que te diga, no puedo evitar pensar que en ciertas protectoras hay mucha mafia con lo de los animales abandonados.
No dudo que haya que comprobar a dónde va a ir en realidad el perro y en qué condiciones. Sé que todo tiene un proceso y unos trámites, me parece lo lógico con todo lo que sabemos que hacen algunas personas; lo que pasa es que mi experiencia ha sido esta. Un año de decepciones para adoptar a un animal que supuestamente si no es adoptado está desahuciado. Los gastos económicos, que también han sido bastantes, ni los cuento, esos me dan igual, lo otro no.
Dicen que a la tercera va la vencida. En nuestro caso ha sido verdad. Si algo me ha quedado claro, es que cuando superemos esto, y si en algún momento decidimos volver a atrevernos a tener un perro, lo compraremos tranquilamente. Al final sale más barato a todos los niveles. Y si lo piensas, esos perros ya han nacido y también merecen una familia y una oportunidad. Y si alguien me dice #AdoptaNoCompres, y me recrimina que participe en la explotación animal, le pegaré con este post en la cara.
Me gustan los animales, tanto que hasta he empezado a cambiar mi dieta para ser vegetariana; sé que tienen sentimientos, pero yo también los tengo. Se acabó el destrozo emocional.