Vida
de una Reina
El
bebé.
Interior aposentos Robert y
Cersei. Fortaleza Roja. Día.
Aunque el sol brillaba en la
parte más alta del cielo la oscuridad era total en la estancia. Jaime tuvo que
entrecerrar un poco los ojos para acostumbrarse a la negrura.
Entró a visitarla en cuanto
Robert abandonó el castillo de nuevo, nadie se lo pudo impedir.
El rey se había marchado a
visitar al recién nombrado guardián del Norte, su aliado y valedor en la
conquista del trono de hierro, el honorable Lord Ned Stark. Tampoco se
encontraba con su hermana en el momento del parto, se hallaba en una de sus
acostumbradas jornadas de putas y caza. A él no le dejaron entrar en ningún
momento porque estaba claro que algo iba mal desde el principio.
Ella estaba tendida de
costado, se aproximó y se sentó a sus pies.
-
Cersei –le dijo de forma débil.- Cersei, mi amor.
Ella volvió el cuerpo y la
cabeza pero no pareció verle. Un moratón que hace dos días no tenía, ocupaba la
totalidad de su mejilla derecha. Jaime frunció el ceño y apretó los puños.
Robert había tenido que
pegarla un bofetón para que soltara el cadáver del bebé. Cuando nació muerto,
lo único que alegró a Cersei fue que él no estuviera en la ciudad porque así no
se lo podría quitar. No permitió que ni los maestres ni las doncellas se lo
llevaran cuando lo alumbró. Estuvo acunándole un día y una noche enteros.
El recién nacido era muy
pequeñito, moreno de pelo aunque muy blanco de piel, tenía los dedos y las
piernas largas y la nariz de los Baratheon. Era lo más bonito que ella había
visto en su vida, y era suyo. Lo besó repetidas veces e insistió en lavarle
ella misma y en ponerle los faldones que las costureras llevaban meses
preparando para él. Sería la única vez que lo hiciera.
Cuando el rey llegó a la
Fortaleza Roja y se enteró de todo lo sucedido, se dirigió a sus estancias y sin
mediar palabra, arrancó al niño de los brazos de su esposa.
– Por favor, un poco más, déjamelo sólo un poco más, no te lo lleves todavía, Robert… Por favor –había gemido-.
Agarró el diminuto pie del niño en un último intento de buscar la compasión de su marido, pero él la abofeteó para que lo soltara, después salió de la habitación con su hijo en brazos.
– Por favor, un poco más, déjamelo sólo un poco más, no te lo lleves todavía, Robert… Por favor –había gemido-.
Agarró el diminuto pie del niño en un último intento de buscar la compasión de su marido, pero él la abofeteó para que lo soltara, después salió de la habitación con su hijo en brazos.
La verdad era que en esa
ocasión no hubo un acto de maldad por parte del rey, lo que le ocurrió, es que
no había sabido qué otra cosa podía hacer.
Si en algún momento había
existido la hipotética posibilidad de un futuro “juntos” entre ellos, ahora yacía con ese bebé muerto – pensó el soberano mientras abandonaba la
estancia sin mirar atrás-.
Fue entonces cuando la reina
se volvió loca, destrozó prácticamente todo lo que estaba a su alcance, rasgó
las sábanas llenas de la sangre de su hijo y las lamió. Los sirvientes la
miraban espantados, la situación se tornó desgarradora.
Tras ese episodio, obligó a
todos los que estaban allí a que desalojaran y la dejaran sola; corrió
los cortinajes y se metió en la cama. Estuvo chillando hasta que perdió la voz.
Recordaba haberse limpiado
con su propio camisón, ya que tras los esfuerzos había vuelto a tener
hemorragias. Accedió tras una de las visitas del maestre a tomar vino del sueño,
pero no consiguieron hacerla comer. Cersei se había desmayado en varias
ocasiones.
Cuando oyó su nombre y alzó
la cabeza al principio no le reconoció. Se encontraba en una especie de autismo
que le hacía reaccionar con una lentitud inquietante. Ni siquiera sabía los días
que habían pasado desde el parto.
-
Nació muerto. –Susurró con la garganta seca
al descubrirle-.
La expresión vacía de sus
ojos le asustó, se acercó más a ella y la obligó a beber agua. Cuando le hubo secado
la boca, la guareció en sus brazos y se tumbaron en la cama.
Comenzó a besarle el cardenal
con sumo celo, su piel ardía. Se avergonzó de si mismo porque al estar
recostado a su lado el pensamiento que le invadió fue que no había yacido con
su gemela desde la mañana de la boda de esta; durante ese periodo de tiempo a
Robert le habían alumbrado dos nuevos bastardos, toda la ciudad lo sabía y se
mofaba a sus espaldas.
Cogió un paño, lo introdujo en la
jofaina y empezó a humedecer su cara con cuidado.
-
No te preocupes, ya estoy aquí, estoy
contigo.
Ella sintió el fresco en la piel y se estremeció. Jaime abrió los lazos de su camisola para remojar también su
pecho y entonces descubrió una gran cantidad de marcas, algunas aún estaban
por cicatrizar. Sintió la sangre agolparse en el cerebro cuando alcanzó a
comprender todo lo que debía haber pasado su hermana.
-
¿Te ha pegado después del parto? –preguntó disimulando
la ira para no excitarla-.
-
Sólo una vez. Se tenía que llevar a Rickard.
Robert había elegido ese
nombre en honor al padre de su mejor amigo, a ella no le gustaba demasiado
hasta que colocaron al niño en su regazo, ahí supo que ese era el nombre de su
hijo.
Se aovilló en los brazos de
su hermano y comenzó a mecerse sola, Jaime sintió un nudo en la garganta y la
estrechó más contra si.
Continuará
…
Vida de una reina.
Fanfic basado en
Canción de Hielo y Fuego.
Los personajes y
lugares son propiedad de G.R.R.Martin.
Ropadeletras.
Julio 2013. Madrid.