Hace un año por estas fechas comencé un libro. Me enganchó desde el prólogo. Lo llevaba conmigo a todas partes, lo abría en cuanto tenía un segundo libre, creía que lo tendría para siempre. Pero la biblioteca me pidió que lo devolviera. Yo no quería, hasta lloré y pataleé como las niñas chicas. Después asimilé que tenía que hacerlo, no había otra opción.
Pero eh, el libro me lo leí y aunque al principio me quedé en el vacío en el que te encuentras cuando terminas algo de ese calibre, al final entendí que había sido una afortunada. La biblioteca me había permitido encontrarlo y guardarlo en el alma, como se hace con los libros bonitos. Está muy bien.
PD: Ahora sigo con Balzac que me está durando más que Ben-Hur.
Cris ropadeletras.
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