Ayer me acosté con el corazón contento... Hoy me he levantado con una noticia muy triste. La vida cambia en un segundo.
Se ha muerto María de Villota. Aún no sabemos qué ha pasado, pero la han encontrado en su habitación de un hotel de Sevilla... Descanse en paz, campeona.
Las mujeres tenemos muy restringida la Fórmula 1, ella lo consiguió, era el ejemplo para las que soñamos con los coches de que era posible, el pilotar y el ganarse el respeto de los compañeros.
Lo tenía todo hasta que un accidente torció su vida, pero se recuperó; nos dio otra lección magistral de lo que era ser grande.
¿Qué te digo que puedas oír en el cielo? Gracias, no se me ocurre mucho más, se me están cayendo las lágrimas... Porque te has ido, porque pinta raro lo que sea que haya pasado y porque me ha venido a la cabeza y al alma la idea de que un día ya no estás, y los que te querían ya no te pueden seguir queriendo.
La existencia de pronto se acaba, ¡paf! Fin. Y todo lo que nos habíamos quejado de que nuestra vida no es como la deseábamos ya no vale para nada.
Todo lo que no hemos hecho, lo que no hemos llorado, lo que no hemos besado, lo que no nos hemos arriesgado, ya no es más. Me siento un poco vacía.
Hasta siempre, María; espérame subida en un Ferrari, porfa.
Te vamos a echar mucho de menos. Muchas gracias por ayudarnos a creer que todo se puede.
Te vamos a echar mucho de menos. Muchas gracias por ayudarnos a creer que todo se puede.
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