Llevaba un rato escuchando el incómodo pitido del interfono dando la señal de llamada. Algunos pasajeros, hartos, se habían cambiado de vagón, y varios de ellos al marcharse, le habían dado golpes intentando silenciarlo.
Dudó un segundo, escudriñó el alrededor y sólo encontró a un niño de unos cinco años mirándola fijamente, su madre, que apenas hacía unos años que había dejado de ser una niña también, trasteaba sonriente con el teléfono móvil.
Levantó el dedo índice de la mano derecha muy despacio y se lo llevó a los labios indicando al niño que guardara silencio. El pequeño miró una fracción de segundo a su madre que no se percató de ello, volvió a mirarla a ella de nuevo e imitó el gesto de un modo que la provocó ternura.
Levantó la mano, colocó la palma en dirección al intercomunicador, y sin moverse de su asiento se concentró y empujó. el pitido cesó casi al instante. Sonrió satisfecha y giró la cabeza hacia el crío. Le guiñó el ojo y se puso en pie justo cuando el tren entraba en la estación.
El niño miró a su madre que seguía escribiendo a toda velocidad en el teléfono, cuando intento verla de nuevo ella ya había bajado al andén. Se tapó la boca y empezó a reír.
Ilustración de Elena Idígoras
Microcuentos.
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