Corría la Nochevieja de 2004. Ya habíamos cenado y "hacíamos tiempo" esperando a que sonaran las campanadas. Cádiz. El Palmar. La fiesta en la casa en la que estábamos era la más grande del mundo. Ríete tú de las bodas gitanas.
La Niña apareció detrás de la moto del anfitrión; este iba disfrado con una capa de Superman. Paró a la puerta y salimos a buscarle para ayudarle a meter el hielo que había ido a buscar. Ella estaba allí, tan chica, unos cuatro meses tendría. Íbamos todos tan "alegres" que el perro fue un motivo más de fiesta; y allí se quedó. Dudamos de quién iba a ser su dueño, todos la queríamos, pero creo que las dos nos elegimos la una a la otra desde el principio. Yo tenía un poco de miedo, no sabía si iba a saber o poder cuidarla. Mi amiga me dijo: "Quédatela, Cris. Yo te ayudo cuando te vayas de gira". Sólo necesité oír eso para disipar las dudas que en verdad ya no tenía, porque me enamoré de ella nada más verla.
Ya quedaba únicamente ponerla un nombre, la dimos primero de cenar, chuletón y jamón de 5J. Hacía poco que había terminado la sexta temporada de 'Sexo en Nueva York'. Hubo un capítulo que me impactó; cuando Charlotte York pierde el bebé que esperaba, un documental de Elizabeth Taylor la hizo levantarse de la cama y volver a mirar a la vida. Oí una palabra que me gustó un montón, "sobreviviente", siempre había utilizado el término de superviviente, ese me pareció mucho más cool; me gustan las palabras bonitas.
Pensé entonces que si esa perra había llegado allí, con las patas y la tripa rajadas, con una astilla clavada sobre la ceja, y con un collar que la empezaba a estrangular, era porque ella también era una sobreviviente; decidí que se tenía que llamar Elizabeth Taylor. Menos mal que no lo hice, ese no era su nombre. Estaba en la fiesta uno de los 'Cantores de Hispalis' que me dijo: "- Qué le vas a joder la vida a la perra que es de Cádiz. Ponle Niña, la Niña, vámonos"... Empezó a tocar las palmas y a taconear con todo el arte del mundo y la gente le siguió. La perra se volvió loca de alegría con esas palmas. Desde entonces amó el flamenco. Especialmente a 'Los Cantores de Híspalis' y a 'Camarón'. También a Estopa, pero eso fue porque alquilé un coche para poder volver a Madrid con ella y mi amiga y sólo teníamos un CD, de Estopa. El resto de su vida, cada vez que los oyó se puso contenta, movía el rabo, se ponía a dos patas, te traía sus juguetes...
Era el perro más listo y bueno del mundo. La gente decía "es súper inteligente, edúcala en aleman", yo siempre contestaba "cómo la voy a educar en Alemán que es de Cádiz, y la hablaba en andaluz"... "Échale cuenta, Niña", y ella lo hacía.
Ese perro ha sido la suerte de mi vida. Ahora ya no está, hoy hace un mes, y me duele hasta la piel. Necesitaba hacerla un homenaje, despedirme. Hoy he tenido fuerzas para ello contando cómo llegó.
Donde quiera que estés, Niña, gracias por venir. Muchas gracias.
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