#ElNorteRecuerda
CAPÍTULO I
El pastelillo de limón
- Creo
que hoy volverá a nevar- observó Sansa-, el cielo es una sola nube gris y a
pesar de ello brilla demasiado.
Alzó el rostro para examinarlo y el viento gélido proveniente del Norte le azotó la cara echando hacia atrás su capucha y dejando al descubierto su pelirroja cabellera. – Cubríos la cabeza, mí señora- dijo Brienne que abría la pequeña comitiva a lomos de un imponente corcel negro- a estas alturas todo el Norte debe estar alertado de vuestra fuga, hemos de ser cautelosos-. Sansa obedeció y dirigió su mirada hacia Podrick que flanqueaba la retaguardia, el escudero asintió en silencio y desvió la mirada de la joven Stark.
Hacía sólo cuatro jornadas que habían escapado de los soldados Bolton y dos desde que se separasen en algún punto del Bosque de los Lobos de Theon, él se había dirigido a algún lugar cercano a Punta Dragón Marino en donde pudiese encontrar un pasaje de vuelta a casa; ella, custodiada por Lady Brienne y Podrick se dirigió hacia el Muro, hacia su hermano Jon.
Llevaban tres noches sin apenas dormir, parando lo imprescindible para que los caballos descansasen y ellos hicieran sus necesidades, comían y dormían sobre los animales porque se sabían perseguidos y el tiempo corría en su contra; además no habían avanzado tanto como hubiera sido deseable porque estaban atravesando la parte más impenetrable del bosque para intentar pasar desapercibidos. Las noches se habían cernido sobre ellos con una oscuridad infintita, una negrura tan abrumadora que parecía imposible que volviera a abandonar la tierra. Las ramas de los árboles susurraban historias aterradoras, cuentos de Tatas que a la llegada del invierno se contaban frente a las hogueras. Sansa esbozó una leve sonrisa recordando a la suya y sus cuentos, y a sus hermanos, entonces sus ojos se tornaron acuosos. Soltó la mano izquierda de las riendas e introdujo sus dedos protegidos por unos guantes de piel de topo dentro del bolsillo de su raída capa de lana gris buscando un pañuelo para secarse; su índice tropezó con algo, lo sacó y vio que era medio pastelillo de limón, se lo había dado una vieja cocinera junto antes de que el rey Stannis atacara al ejército de Ramsay, lo había olvidado, se quedó contemplándolo y de repente vino a su memoria un día ya muy lejano en el bosque de los Dioses de Invernalia.
…
Jeyne Poole giraba sobre si misma y parloteaba sin parar sobre lo bien que lo iban a pasar en la cena de bienvenida que le iban a ofrecer en el castillo al rey Robert la semana siguiente, Invernalia bullía de trabajo. Se estaba haciendo un acondicionamiento general en toda la fortaleza para recibir al monarca y a su familia, se acomodaron estancias y se cocinaban constantemente panes, quesos y ricos platos típicos del Norte para agasajar a los invitados. Las crías estaban como locas porque iban a conocer a la reina Cersei y al príncipe Joffrey, se oía que era el chico más guapo de todo Poniente, y que aunque era mitad Lannister mitad Baratheon, poseía casi la belleza de los Targaryen. Sansa, ausente, mordisqueaba un pastelillo de limón.
- ¿Qué ocurre Sansa? Ya te has cansado de esto también- dijo ofendida la muchacha al ver
que su amiga no la hacía caso-. Viene el rey con su familia a tu casa,
despierta.
- Déjame
en paz, va a ser horrible, horrible.
- Pero-
Jeyne la miró con extrañeza- ¡¿QUÉ DICES!? ¿Acaso te has vuelto loca? Viene el
príncipe Joffrey a tu casa ¿Hay alguien ahí?- dijo mientras se agachaba y con
un dedo le daba toquecitos suaves en la sien-.
Sansa se apartó molesta y se levantó sacudiendo su vestido de lana, era de color acero con unos diminutos peces bordados en tono azul marino sobre las mangas, su padre se lo había traído de Puerto Blanco junto con los mocasines de piel de cabritilla - mi madre va a sentar a Arya con nosotras para que la vigilemos durante la cena y la enseñemos modales, ¡A Arya! – manifestó la pequeña Stark como si sólo pensarlo fuera algo inconcebible- me ha arruinado la vida, esa cara caballo nos estropeará la cena, el baile y la reputación con su comportamiento y el príncipe jamás querrá casarse conmigo y yo me pudriré aquí y no se cantarán canciones sobre nosotros- miró al suelo, desolada-.
Jeyne se quedó muy pensativa y soltó un “vaya” que indicaba que lo comprendía todo, - Ya sólo faltaría que nos pusieran al lado al bastardo de tu hermano, yo preferiría sentarme junto a Theon la verdad, ayer me sonrió-. Sansa estalló colérica, - ¿A qué viene ahora lo de mi hermano, ¡No es mi hermano! ¡Es el bastardo de mi padre, nada más! ¿Me entiendes? No vuelvas a decir que Jon es mi hermano.
- Díselo
tú- la niña sonrió de forma maliciosa y estiro un dedo apuntando a la espalda
de Sansa, esta se dio la vuelta y vio a Jon parado frente a ellas con un libro
bajo el brazo y Fantasma a su lado. Cuando el chico las vio dio un paso hacia
atrás.
- ¿Qué
pasa?- Sansa alzó la voz- ¿ahora me espías?
- No –
contesto Jon- yo no, yo nunca te he espiado, Sansa.
- No
me llames por mi nombre- la cría, enfadada con todo y con todos por lo que
sentía como la destrucción completa de su futuro la tomó con su medio hermano.-
¡No vuelvas a espiarme o se lo diré a mi madre!
Jon se había quedado blanco como el tronco de un arciano, sin saber qué contestar abrió y cerró la boca varias veces.
- Eres
un idiota, Jon Snow- Sansa remarcó el apellido al pronunciarlo. Se dio la
vuelta dispuesta a irse y justo en ese momento pisó el pastelillo que se le
había caído cuando se había levantado para contestar a Jeyne. Miró sus
zapatillas nuevas ahora llenas de crema de limón y empezó a llorar, se quitó
los restos con la mano y se los lanzó a su hermano llorando- ¿Ves lo que ha
pasado por tu culpa? Te odio, eres una persona horrible, ¡TE ODIO, JON!- Sansa
salió corriendo y Jeyne la siguió.
Una
hora después la niña volvió a por la capa que se había quitado junto al
estanque y que había olvidado allí, esperaba no cruzarse con Jon, aunque él era
un idiota y todo había sido culpa suya, cuando se separó de su amiga había
empezado a sentirse muy avergonzada de haberle tirado ese pastelillo de limón. Oyó
un ruido y levanto la mirada de las hojas caídas de los árboles que formaban
una alfombra roja a sus pies. Jon estaba sentado junto a Fantasma apoyado en el
mismo arciano en el que lo había estado ella. A su costado, su capa doblada
pulcramente y un ejemplar de ‘Reyes del invierno, o leyendas y linajes de los
Stark de Invernalia’ del maestre Childer. En la mano, con cuidado, sostenía los
restos del pastelillo que ella le había lanzado. Le observó un rato inmóvil
tras un arciano antes de marcharse sin hacer ruido.
…
Sansa volvió a mirar el trozo de pastelito que tenía en la mano y una lágrima muda de vergüenza rodó por su mejilla. Siempre lo trató tan mal, ¿cómo la recibiría?
Unos
ladridos lejanos y la voz autoritaria de Brienne la sacaron de sus
pensamientos. – ¡Rápido, al galope! ¡Han encontrado nuestro rastro!
Continuará.
Nota de autor:
Este fanfic está basado en Canción de Hielo y Fuego.
Los lugares, nombres y personajes son propiedad de George
R.R. Martin.
Ropadeletras.
Julio 2016. Madrid.