El Septo de Baelor
Jardines Septo de
Baelor. Colina de Visenya. Luce el sol
Era el primer día en que se atrevía a salir a los jardines laterales de la plaza que precedía al Septo.
Era el primer día en que se atrevía a salir a los jardines laterales de la plaza que precedía al Septo.
La habían trasladado
desde “La bóveda de las Doncellas” cuando aún dormía y se había despertado al
cuidado de dos septas que la velaban prácticamente día y noche, tratándola con
cuidado y respeto. Un maestre, también la visitaba a diario para hacerle todo
tipo de curas, algunas mucho más humillantes que otras. Sansa de la casa Stark,
las aguantó todas estoica.
Cuando abrió los
ojos, se había descubierto en un pequeño aposento con un brasero; llevaba
puesta una túnica de lana gris muy gruesa y le habían recogido el cabello en
una trenza. No había espejos. Cada vez que se tocaba la cara, intuía el por
qué.
Se encontraba alojada
en una de las 7 torres de cristal que componían la edificación, la que contenía
las celdas, tenía una ventana muy pequeña en la parte de arriba, que permitía
la entrada de luz, pero no que viera el exterior. – Mejor- pensaba, así no tendría
que contemplar la escalinata de la gran plaza de mármol donde decapitaron a su
padre. Aunque en realidad, lo que no quería, era que la viera nadie a ella.
Se moría de vergúenza
por lo que le había pasado. Todo el mundo lo sabía en Desembarco, lo sabían
todo. Lo ocurrido con el hermano de la Reina, lo que le había hecho el Rey Joffrey;
incluso había oído comentar a dos fieles en la sala de los siete cruceros,
donde estaban los altares a de los 7, que Jaime Lannister, había ordenado
ensillar a “Honor” y había desaparecido de la Capital del Reino en busca de su
hermana y su sobrino al encontrarla a ella. De eso hacía ya casi cuatro semanas.
Al principio su
cuerpo se negaba a retener ningún tipo de alimento, pero poco a poco y con los
cuidados de las hermanas comenzó a asimilarlos y coger fuerzas. No entendía muy
bien cómo, pero cada día ganaba peso. Lo único que no se recuperaba era su
habla, no había sido capaz de emitir ningún sonido desde que despertó. Ni
siquiera cuando lloraba todas las noches con su pañuelo apretado contra el
pecho.
Sus días transcurrían entre mudas plegarias y
las lecturas que le hacían de “El libro de la sagrada oración”; aunque cuando
consiguió ponerse en pie y caminar sin sangrar, las ganas de su edad le habían
podido. Había recorrido el interior del gran Septo y explorado sus rincones. Se enamoró de
la sala de las lámparas en cuanto la vislumbró por primera vez y podía pasarse
horas enteras mirando los globos de cristales de colores. Descubrió la cúpula
de oro y cristal. Las puertas de la madre que la llevaron a conocer el convento
de las septas y los peldaños del desconocido, por los que bajaban las hermanas
silenciosas y que ella no se atrevió a transitar.
Esa mañana en cambio,
había tenido el arrojo de salir a la luz del día. Se sentó en uno de los bancos
de piedra, se apretó el cuerpo con la capa y dejó que la bañara el sol invernal
mientras oía a los pájaros cantar. Cerró los ojos y durante un momento, se
imaginó a salvo en su casa, saltando entre las hojas de los Arcianos, riendo y
soñando un futuro para ella.
Cuando Ser Sandor Clegane
se acercó y la habló, se sobresaltó.
“- Hola pajarito” le dijo con una voz menos dura de lo
habitual.
Sansa le miró en silencio, recordó como él, había sido el único que se enfrentó al rey cubriéndola con su capa cuando la golpeó Meryn Trant y la ultrajaron ante todos en la sala del Trono, evocó también como el día de la rebelión del pan, la salvó de ser violada y asesinada por aquellos hombres que la habían llevado a un establo al sublevarse la muchedumbre; como la regañaba de mentira, porque en verdad, no sabía como decirla que la quería y que podía contar con él. Miró a sus ojos y notó al ver su misericordia, que lo sabía todo… Entonces empezó a llorar a gritos, llena de pena y humillación. Lloró su miedo, lloró a su padre, su deshonra...
Sansa le miró en silencio, recordó como él, había sido el único que se enfrentó al rey cubriéndola con su capa cuando la golpeó Meryn Trant y la ultrajaron ante todos en la sala del Trono, evocó también como el día de la rebelión del pan, la salvó de ser violada y asesinada por aquellos hombres que la habían llevado a un establo al sublevarse la muchedumbre; como la regañaba de mentira, porque en verdad, no sabía como decirla que la quería y que podía contar con él. Miró a sus ojos y notó al ver su misericordia, que lo sabía todo… Entonces empezó a llorar a gritos, llena de pena y humillación. Lloró su miedo, lloró a su padre, su deshonra...
Un quejido desolador,
rompió el aire de la mañana e hizo que los pájaros levantaran el vuelo.
La norteña, comenzó a
sujetarse el vientre con ambas manos, mientras le miraba sin poder parar de chillar. El perro,
se acercó a ella justo cuando se desvanecía. La tomó en sus brazos y echó a
correr con ella desmayada en busca de ayuda…
Continuará
...
Fanfic Jaime y Sansa
personajes y lugares propiedad de G. RR. Martin
Cristina ropadeletras
Enero 2013
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