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viernes, 31 de mayo de 2013

La leona y el Dragón

 



Se retorció en un nuevo y desesperado intento de zafarse, su piel se rasgó un poco más pero reprimió el rugido, tenía ya muchas cicatrices para no poder soportar esto en silencio. No recordaba en qué momento había dejado de ver el camino y había caído en aquel zarzal, cuando ocurrió estaba lejos de su manada, "seguro que me están buscando -pensó- seguro que ya me han echado de menos". Agachó la dorada cabeza y cerró los ojos un segundo para descansar.

Lo intuyó antes de verlo, un batir lejano de alas, demasiado sonoro para ser un águila. Cuando alzó la mirada ya tenía al Dragón encima; se encongió buscando protegerse, pero sólo sirvió para que se enredara un poco más en las zarzas.

- Quieta -dijo con voz profunda el dragón al aterrizar a su lado-.
- Ni lo sueñes -respondió la leona fingiendo una fiereza que ya había perdido-.
- Quieta o te enrederás más. Yo te ayudaré.

El Dragón levantó la cabeza clavando sus ojos de zafiro en ella, estudiando la posición de cada espina en su cuerpo. La leona se impresionó ante el hecho de que generase viento tan sólo con moverse. Quiso mostrarse brava, incluso rugir para hacer ver que no le intimidaba pero no consiguió emitir más que una especie de gemido. El dragón se acercó más ignorando su comportamiento y con mucho cuidado lanzó una suave llamarada sobre las ramas que la apresaban, después, con sus potente mandíbula, retiró cada una de las zarzas que quedaban enrolladas en el cuerpo de la leona.

- Ya está. -Dijo el dragón estirándose y abriendo un poco las alas. Es probable que te quede alguna pequeña espina, búscalas.
- ¿Por qué lo has hecho? -preguntó ella mirando su cuerpo malherido pero libre al fin-.
- Pues porque necesitabas ayuda. No entiendo tu pregunta.
- Sí. Tú no deberías socorrerme. Podría haber sido tu cena sin esfuerzo alguno.
- No hubiera sido digno, si hubieras corrido libre por la sabana con alguna opción quizás me lo hubiera planteado, aún así no tengo hambre, pero de este modo no.
- Pues bien entonces, gracias. Y ahora ¿qué hago? ¿Huyo porque ya has hecho la buena acción del día o sigues sin hambre?

El Dragón comenzó a reírse y unas bolutas de humo le salierón por las fosas nasales. La Leona dio un paso hacia atrás pero después también comenzó a reír con él. El sol se ponía por el horizonte cuando comenzaron a caminar juntos.

- A todo esto ¿qué hace un dragón por aquí?
- Salvar leonas -dijo él, solemne-.


Fin.


Dedicado a quién ya lo sabe. Lo prometí.

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