#ElNorteRecuerda
CAPÍTULO
II
Jon
- ¡Mi
guardia ha terminado! –gritó Jon a la estancia vacía mientras cerraba de un
portazo, los goznes de la puerta desvencijados tras siglos de uso obedecieron,
la madera crujió.
Las
palabras rebotaban como un eco creciente en su cabeza. – Ahora empieza mi
guardia, no terminará hasta el día de mi muerte. Soy la espada en la oscuridad.
Soy el vigilante del muro. Soy el fuego que arde contra el frío… No terminará
hasta el día de mi muerte.-
Empezó
a recorrer sus aposentos como un lobo enjaulado. Miró el fuego que algún
mayordomo había mantenido encendido mientras él ahorcaba a tres hermanos negros
y a un niño. El niño, eso era lo que no le permitía tranquilizarse, la razón
por la que jamás volvería a descansar en paz. Cerró los ojos y notó como el
calor de las llamas lamía su rostro. Había roto sus votos; había salvado a
salvajes, servido a un rey… yacido con una mujer. Ni tan siquiera había dejado
el Muro más alto que cuando llegó al cargo para el siguiente lord Comandante si
bien había sido al contrario. No le importaba lo reducido de la guarnición de
la Guardia, ni las batallas contra los salvajes, ni después ya en compañía de
estos la librada en Casa Austera contra los Otros. Tampoco le exoneraba de la
responsabilidad el haber sido un cambiacapas obedeciendo órdenes, ni que
Ygritte… - No, eso no-, se dijo a si mismo Jon, lo de la pelirroja había sido
lo único que había hecho porque había querido. De manera inconsciente se llevó
la mano a la clavícula que ella le había atravesado con una flecha, un atisbo
de sonrisa melancólica se dibujó en su rostro.
Abrió
los ojos y se dirigió a la tosca mesa que había sido construida recientemente
con madera talada en los bosques de el Agasajo de Brandon por orden del rey
Stannis Baratheon, cuando después de salvar el castillo Negro había empezado
con las obras de reconstrucción y mejora de la maltrecha fortificación. Allí,
junto al intacto cuenco de gachas con pan negro del desayuno y una jarra de
hidromiel, su vista se topó con un ejemplar de ‘La historia de los reyes más
allá del muro’ del maestre Herryck, y la ‘Historia antinatural’ del septon Barth;
ambos se los había entregado Sam antes de partir hacia Antigua aconsejándole
fervorosamente su lectura. Hacía mil años de aquello, pensó Jon, respiró
profundo mientras rozaba el lomo de cuero de los libros y rogaba a los dioses
antiguos de su padre que se encontrara donde se encontrase el bueno de Sam
estuviera vivo, él, Eli, y el pequeño que había puesto a salvo de Melisandre. –
Salvo a uno y mato a otro- dijo inclinando la cabeza-. Se quitó los guantes y
los arrojó contra la cama. Cogió con furia la jarra de hidromiel y un vaso de
madera, lo llenó y lo vació de un trago. Volvió a llenarlo, - ¿Qué hago ahora?-
se preguntó- después de haber fallado en todo ¿qué debería hacer?-. Los
pensamientos se sucedían cada vez a más velocidad. Se encaminó con el vaso en
una mano y la jarra de hidromiel en la otra a la lumbre y se dejó caer en la
gran butaca de cuero y arciano del comandante Mormont.
Notó
el ardor del licor en su garganta y la calidez que emanaba de la chimenea en su
piel. Sintió la vida, estaba vivo; no podía ser porque lo habían matado sus
propios hombres, pero allí estaba. Jon volvió a vaciar el vaso en su garganta y
lo llenó de nuevo.
…
La
habitación estaba húmeda y fría cuando despertó. El hogar se había extinguido
en algún momento de la noche que aún no se había acabado de marchar. Se revolvió
nervioso en el asiento, los sueños habían sido confusos y aún tenía la mente
turbia.
Recordaba
a Sansa vagando por el bosque Encantado, huía de Grumpkins y Snarks de esos que
la vieja Tata les había asegurado en sus cuentos que existían, estaba descalza
y sin guantes; lloraba. Él había aparecido entre los arcianos con Garra
desenvainada en una mano y la otra sujeta a un mechón de pelo de Fantasma sobre
el que venía cabalgando como a lomos de un caballo. Se dirigía hacia ella y en
el último momento conseguía salvarla cogiéndola por la cintura y subiéndola con
él al huargo. Al rodearlo su hermana con los brazos para sujetarse mientras
escapaban del peligro, él había visto como en sus blanquísimas manos sostenía
un pastelillo de limón.
Se
frotó las doloridas sienes y echó la cabeza hacia atrás, - ¿qué sería de ella
casada con Ramsay Bolton?-. No quiso pensarlo.
También
había soñado con Ygritte, con aquel día juntos y con la cueva, aquella de la
que no debería haber salido nunca. Rememorar el cuerpo desnudo de la salvaje le
provocó una erección inmediata; incómodo, se llevó la mano a la entrepierna
tratando de impedir que su miembro siguiera creciendo, no era el mejor momento
para tenerla dura, pensó. Pero su órgano viril había tomado una decisión propia
y a él no le importaba lo más mínimo el estado emocional de Jon.
Se
levantó he introdujo la mano en los calzones para recolocarse. Decidió que lo
mejor sería echarse agua fría en la cara y la nuca. No había llegado a la
palangana cuando oyó la puerta abrirse a sus espaldas, giró bruscamente la
cabeza a tiempo de ver a Melisandre irrumpir en la estancia. Su mirada se
depositó un segundo en los ojos de Jon antes de bajar a su entrepierna. – Vaya,
Jon Snow-, dijo la sacerdotisa con una expresión indescifrable- veo que el dios
Rojo os ha devuelto a la vida en toda su plenitud- la mujer se había acercado a
él y su mano recorrió lentamente la parte exterior de sus calzones- sin duda sois el
elegido-. Jon dio un respingo y se apartó mientras su cara enrojecía y él
trataba de tapar lo imposible con ambas manos; ella se sonrió. – No os
avergoncéis de estar vivo, Jon Snow, agradeced el regalo-. Melisandre vestía un
sencillo traje de terciopelo rojo y su eterno rubí al cuello, últimamente a Jon
le parecía que no brillaba tanto como antes. Ella se acercó a la chimenea
apagada y contempló en silencio las cenizas.
- ¿Qué
deseáis, Lady Melisandre?
- Quiero
saber qué vamos a hacer ahora, lord Comandante. ¿Cuál va a ser nuestro
siguiente paso?
- Ya no
soy el lord Comandante- replicó Jon- no tengo nada que hacer.
- Los
muertos y la oscuridad se siguen acercando, Jon snow, seáis comandante o no; no
olvidéis cual es la verdadera guerra.
Apartó
la mirada de ella. No sabía el qué pero algo tenía que hacer. Jon sintió que el
frío recorría su cuerpo. Lo único bueno era que la erección había desaparecido.
Continuará.
Fanfic
basado en Canción de Hielo y Fuego.
Los personajes
y lugares son propiedad de George R.R. Martin.
Madrid.
Agosto 2016
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