El universo conspira a tu favor

El universo conspira a tu favor

Bienvenidos

Gracias por entrar en mi universo personal








sábado, 27 de julio de 2013

Vida de una Reina. Capítulo V




Vida de una Reina

El bebé.



Interior aposentos Robert y Cersei. Fortaleza Roja. Día.


Aunque el sol brillaba en la parte más alta del cielo la oscuridad era total en la estancia. Jaime tuvo que entrecerrar un poco los ojos para acostumbrarse a la negrura.

Entró a visitarla en cuanto Robert abandonó el castillo de nuevo, nadie se lo pudo impedir.

El rey se había marchado a visitar al recién nombrado guardián del Norte, su aliado y valedor en la conquista del trono de hierro, el honorable Lord Ned Stark. Tampoco se encontraba con su hermana en el momento del parto, se hallaba en una de sus acostumbradas jornadas de putas y caza. A él no le dejaron entrar en ningún momento porque estaba claro que algo iba mal desde el principio.

Ella estaba tendida de costado, se aproximó y se sentó a sus pies.

-       Cersei –le dijo de forma débil.-  Cersei, mi amor.

Ella volvió el cuerpo y la cabeza pero no pareció verle. Un moratón que hace dos días no tenía, ocupaba la totalidad de su mejilla derecha. Jaime frunció el ceño y apretó los puños.

Robert había tenido que pegarla un bofetón para que soltara el cadáver del bebé. Cuando nació muerto, lo único que alegró a Cersei fue que él no estuviera en la ciudad porque así no se lo podría quitar. No permitió que ni los maestres ni las doncellas se lo llevaran cuando lo alumbró. Estuvo acunándole un día y una noche enteros.

El recién nacido era muy pequeñito, moreno de pelo aunque muy blanco de piel, tenía los dedos y las piernas largas y la nariz de los Baratheon. Era lo más bonito que ella había visto en su vida, y era suyo. Lo besó repetidas veces e insistió en lavarle ella misma y en ponerle los faldones que las costureras llevaban meses preparando para él. Sería la única vez que lo hiciera.

Cuando el rey llegó a la Fortaleza Roja y se enteró de todo lo sucedido, se dirigió a sus estancias y sin mediar palabra, arrancó al niño de los brazos de su esposa.

 – Por favor, un poco más, déjamelo sólo un poco más, no te lo lleves todavía, Robert… Por favor –había gemido-. 

Agarró el diminuto pie del niño en un último intento de buscar la compasión de su marido, pero él la abofeteó para que lo soltara, después salió de la habitación con su hijo en brazos.

La verdad era que en esa ocasión no hubo un acto de maldad por parte del rey, lo que le ocurrió, es que no había sabido qué otra cosa podía hacer.

Si en algún momento había existido la hipotética posibilidad de un futuro “juntos” entre ellos, ahora yacía con ese bebé muerto – pensó el soberano mientras abandonaba la estancia sin mirar atrás-.

Fue entonces cuando la reina se volvió loca, destrozó prácticamente todo lo que estaba a su alcance, rasgó las sábanas llenas de la sangre de su hijo y las lamió. Los sirvientes la miraban espantados, la situación se tornó desgarradora.

Tras ese episodio, obligó a todos los que estaban allí a que desalojaran y la dejaran sola; corrió los cortinajes y se metió en la cama. Estuvo chillando hasta que perdió la voz.

Recordaba haberse limpiado con su propio camisón, ya que tras los esfuerzos había vuelto a tener hemorragias. Accedió tras una de las visitas del maestre a tomar vino del sueño, pero no consiguieron hacerla comer. Cersei se había desmayado en varias ocasiones.

Cuando oyó su nombre y alzó la cabeza al principio no le reconoció. Se encontraba en una especie de autismo que le hacía reaccionar con una lentitud inquietante. Ni siquiera sabía los días que habían pasado desde el parto.

-       Nació muerto. –Susurró con la garganta seca al descubrirle-.

La expresión vacía de sus ojos le asustó, se acercó más a ella y la obligó a beber agua. Cuando le hubo secado la boca, la guareció en sus brazos y se tumbaron en la cama.

Comenzó a besarle el cardenal con sumo celo, su piel ardía. Se avergonzó de si mismo porque al estar recostado a su lado el pensamiento que le invadió fue que no había yacido con su gemela desde la mañana de la boda de esta; durante ese periodo de tiempo a Robert le habían alumbrado dos nuevos bastardos, toda la ciudad lo sabía y se mofaba a sus espaldas.

Cogió un paño, lo introdujo en la jofaina y empezó a humedecer su cara con cuidado.

-       No te preocupes, ya estoy aquí, estoy contigo.

Ella sintió el fresco en la piel y se estremeció. Jaime abrió los lazos de su camisola para remojar también su pecho y entonces descubrió una gran cantidad de marcas, algunas aún estaban por cicatrizar. Sintió la sangre agolparse en el cerebro cuando alcanzó a comprender todo lo que debía haber pasado su hermana.

-       ¿Te ha pegado después del parto? –preguntó disimulando la ira para no excitarla-.
-       Sólo una vez. Se tenía que llevar a Rickard.

Robert había elegido ese nombre en honor al padre de su mejor amigo, a ella no le gustaba demasiado hasta que colocaron al niño en su regazo, ahí supo que ese era el nombre de su hijo.

Se aovilló en los brazos de su hermano y comenzó a mecerse sola, Jaime sintió un nudo en la garganta y la estrechó más contra si.



Continuará







Vida de una reina.

Fanfic basado en Canción de Hielo y Fuego.

Los personajes y lugares son propiedad de G.R.R.Martin.

Ropadeletras.

Julio 2013. Madrid.


martes, 23 de julio de 2013

Vida de una reina. Capítulo IV







Vida de una Reina


Jaime



Exterior muralla Fortaleza. Día.


Cada vez le costaba más andar. Llevaba cinco meses de gestación pero le pesaban en el cuerpo como si fuera a parir la siguiente semana. El calor de la ciudad y esa peste hedionda que bloqueaba los pulmones no ayudaba.

Varys avanzaba junto a ella, demasiado cerca a su parecer y le hablaba de cientos de cosas que ni siquiera escuchaba, Cersei perdió la vista en los acantilados sobre los que se encontraba la Fortaleza de piedra roja. No es rojo Lannister, pero es rojo –pensó-, buscó la desembocadura del aguasnegras.

Un “- buenos días, ser Jaime” la hizo volver de inmediato a la realidad, levantó la cabeza en el acto y se encontró a su hermano junto a una mujer. Un latigazo le recorrió la espalda, su mellizo notó el gesto y la dama que le acompañaba también se fijó en que la reina apretaba los puños. Cersei no la reconoció, debía pertenecer a una casa menor por su atuendo; ya se enteraría de quién era, por el momento no se molestó ni en mirarla para mostrar su desprecio.

-       Lord Varys, Cersei –al pronunciar el nombre de su hermana hizo una pequeña reverencia-.
-       Qué emoción veros de buena mañana por aquí, ser Jaime – exclamó Varys sonriendo-.

Cersei no veía nada emocionante en el hecho de encontrarse a su bello hermano cerca de otra mujer en la muralla, no le parecía ni emocionante ni ninguna otra idiotez que se le pareciese. Veía la expresión de la araña, su regocijo, y sólo sentía ganas de estrangularle, a él y a esa ramera que estaba con Jaime. Al darse cuenta de sus pensamientos hubo un instante en el que tuvo miedo por si misma, acto seguido decidió que no era el momento de pensar en ello. Necesitaba estar a solas con Jaime que proseguía su conversación con el eunuco mientras la joven dama miraba al suelo con las manos agarradas ante el regazo de forma intranquila.

-       El rey Robert tiene previsto su regreso para mañana, mi señor y…
-      Varys –le cortó Cersei-. ¿Seríais tan amable de acompañar a esta dama a los quehaceres en los que debiera estar mientras hablo un momento en privado con mi hermano? –El tono de la pregunta no admitía una negativa-.
-       Por supuesto alteza. Venid conmigo, mi Lady ¿de dónde sois vos? –La araña la atrapó-.

Verles alejarse le dio paz, aunque sabía que ese atrevimiento de pedirle que la dejara con Jaime a solas era información que tenía sobre ellos, no la importó, no la importaba nada. Qué se marchase con esa mujer, qué le preguntase, ya haría ella después lo que debiese.

Cuando se hubieron quedado solos Cersei se agarró al brazo de su hermano, él la sostuvo, ella comenzó a caminar pegada a su cuerpo.

-       ¿Hasta cuándo va a durar esto, Jaime? No puedo más. –apretó un poco con las últimas palabras-.
-       ¿A qué te refieres? – le preguntó mirando hacia el cielo despejado de la capital. No quería enfrentar sus ojos porque entonces ella encontraría su verdad-.
-       Llevo cuatro meses sin verte prácticamente. Te busco, entre la gente, trato de robarle segundos a mi realidad mirándote, pero tú no estás, no para mi. 

Las palabras le salieron a borbotones, no tenía ni ganas ni energía para dar rodeos. No podía más, sus eternas fuerzas para echarse cualquier cosa a la espalda comenzaban a flaquear.

-       Cersei no puede ser. Lo sabes, lo sé. Hubo un tiempo en el que creí que podía ser todo, ahora sé que no es verdad. Esto, no es verdad, ya no.
-       Sí lo es, Jaime, me voy a volver loca sin ti. –Tenía la voz entrecortada y luchaba porque no saliera una lágrima de sus ojos. Estaba perdiendo la batalla-.
-       No nos vamos a morir ninguno de los dos, no lo voy a permitir. Tú has de vivir por ese niño que algún día será rey, yo, para cuidaros a ambos.
-       Oh Jaime, Jaime. –Desprovista de toda coraza negaba infantil con la cabeza-.

Se lanzó a sus brazos y comenzó a besarle con una mezcla de amor, ternura y pasión, él trató de rechazarla, sabía que sería peor tener luego que soltarse, que despedirla. Robert volvería mañana de sus jornadas de caza y ellos dormirían tras la puerta que él tendría que custodiar. Todo lo vivido en la Roca, lo que había ocurrido en aquella posada cuando hicieron planes, la mañana anterior a que se casara con Robert, era como un sueño que se iba haciendo más lejano y más pequeño. Estaba en el corazón y en la memoria pero ya no existía, no volvería a hacerlo jamás.

Pero ella le besaba, estaba allí, ahora mismo sí era real y decidió no atender más a su cabeza y dejarse llevar por esos labios que había echado tanto de menos, esa voz que tanta falta le hacía en un mundo que no era el que había soñado desde pequeño. Donde vivía una fábula rodeado de caballeros que no eran tales y en el cual apenas se daba la vuelta recibía el odio y las burlas de gente muy inferior a él. Esa voz que le susurraba jadeos al oído.

La estrechó contra su cuerpo como pudo y hundió los dedos entre su pelo para atraer más su boca.

-       Cersei –suspiró- ¿qué voy a hacer sin ti?
-       No, sin mí no –sacudió la cabeza mientras seguía besando su cara, acariciando sus mejillas. Levantó los ojos y le miró- sin mí, nunca.

Le agarró de la mano y corrió todo lo que su barriga le permitió a buscar un sitio más íntimo tratando de no cruzarse con nadie, aunque en verdad deseaba gritarle a los Siete Reinos que amaba a ese hombre.

Llegaron a la puerta de la sala del consejo. Las esfinges valyrias de mármol negro llamaron a Cersei desde sus ojos granates.

-       Aquí –empujó la puerta-.
-       ¿Y si hay alguien?
-       No hay nadie. Lo sé.
-       Jajajaja –Jaime soltó una carcajada- ¿Lo sabes como Lannister, como reina o como mujer embarazada?

Ella le golpeó divertida y entró dentro de la estancia con él, cerró con cuidado la puerta y buscó un rincón de la sala decorada con suntuosas alfombras y decenas de tapices donde acomodarse con su mellizo. 

Notó que él frenaba y se dio la vuelta, vio la incertidumbre en sus ojos.

-       ¿Qué pasa?

-       No estarás pensando en que lo hagamos ¿verdad?

-       Pues si hablamos de lo mismo, sí lo estaba pensando.

-       Pues no puede ser.

Ella frunció el ceño y ladeo levemente la cabeza.

-       ¿Por qué no puede ser, Jaime?

-       Porque tienes una barriga muy gorda –titubeó- nunca he estado con una mujer encinta y me da… me da miedo hacerle daño al niño.
-       No se le hace daño. Robert no se lo hace así que no creo que se lo hagas tú. –Se acercó a besarle de nuevo, sonriendo,  pero él la rechazó-.

Al oír el nombre del marido de su hermana Jaime se tensó. Lo único que deseaba era hacerla daño.

-       Entonces quizás debáis esperar a que regrese de su partida de caza para que él os complazca, majestad.

Recibió el bofetón de su hermana estoico. Notó el sabor metálico de la sangre en la boca y se llevó la mano a la mandíbula, sus labios dibujaron una pequeña sonrisa.

-       Me has dado otras que dolían más, Cersei.

Jaime suspiró y giró sobre sus pasos. Salió de la estancia dejándola allí. Cersei sintió el más absoluto de los terrores, el del vacío, el de la soledad.



Continuará





Vida de una reina.
Fanfic basado en Canción de Hielo y Fuego.
Los personajes y lugares son propiedad de G.R.R.Martin
ropadeletras.
Julio 2013. Madrid. 




Amiguis: Superar.

ilustración de Elena Idígoras


Superar
A:
Tía, se te ve hoy súper tranquila.
B:
Sí, es que cuando me he levantado me he tomado
las flores de Bach. Y un orfidal.
A:
Lo estás superando, tía, necesitas apoyos.
B:
Lo sé.


El libro.






Hace un año por estas fechas comencé un libro. Me enganchó desde el prólogo. Lo llevaba conmigo a todas partes, lo abría en cuanto tenía un segundo libre, creía que lo tendría para siempre. Pero la biblioteca me pidió que lo devolviera. Yo no quería, hasta lloré y pataleé como las niñas chicas. Después asimilé que tenía que hacerlo, no había otra opción.

Pero eh, el libro me lo leí y aunque al principio me quedé en el vacío en el que te encuentras cuando terminas algo de ese calibre, al final entendí que había sido una afortunada. La biblioteca me había permitido encontrarlo y guardarlo en el alma, como se hace con los libros bonitos. Está muy bien.

PD: Ahora sigo con Balzac que me está durando más que Ben-Hur.

Cris ropadeletras.

domingo, 21 de julio de 2013

Tuitstars. El miedo






El otro día leí a un chavalillo en un tuit haciendo una pregunta que nadie le contestó: ¿Qué se sentirá siendo un tuit star?

Hace un año y medio que me hice el twitter. A día de hoy, desde el paro, la reconstrucción personal y mi frikismo, me he echado al adictivo mundo de las multicuentas. Por avatares ahora no uso demasiado ninguna... Aunque eso es otra historia, jajaja. No importa. 
El caso es que desde mis diferentes cuentas leo a gente distinta, y aunque no soy mucho de seguir tuit stars como tal, hay una en las que sí lo hago con algun@s y he descubierto una cosa:

Los hay con miedo, mucho miedo. Siempre hay de todo claro está. Encuentras a gente con 30.000 seguidores que hace esto para divertirse, que tiene algo original, especial y que sigue sacándole el gusto al juego que puede ser "el Twitty". El poder soñar desde tu casa con gente con la que no te conoces "en principio" pero con la que sientes empatía y ganas. 
Luego también están los que sufren cuantos más seguidores tengan porque tienen que estar siempre superlativos, algo muy difícil. El "más dura será la caída" aterra. Gestionar el éxito es en ocasiones más terrible que gestionar el fracaso... Concepto que desde mi punto de vista se puede aplicar a casi cualquier situación de la vida.

Prosigo.

Hay gente que tiene guerras entre cuentas, hay plagiers (de otros tuit star o de personas con pocos seguidores que no van a poder protestar), hay gente que no sigue a otros aunque le parezcan interesantes porque queda más GUAY si sólo han dado follow a 6 (esa TL tiene que ser muy aburrida, o no vaya, que para eso cada uno), hay hombres que hacen de mujeres para dárselas de liberales y se nota porque hablan sin respeto hacia las féminas y hacia si "mismas" como personas. Las chicas hablamos de todo pero tenemos otras formas, seamos promiscuas o no.

Algunos tuitstar son como los surfistas que sólo buscan en su vida la ola perfecta. E intentando hallar ese tuit impecable se pierden muchas experiencias y también mucha energía.

Como todo, las redes sociales tienen mucho maravilloso y mucha mierda barrida detrás de las cortinas. El tuenti me llegó tarde y nunca lo tuve, gracias a todos los dioses. El facebook nos acerca a nuestra gente pero al ser "la nuestra" tenemos que tragar a veces con mierda que no nos interesa o con las eternas fotos de niños muriendo de hambre y de perros maltratados que día sí y día también cuelga algún amigo. Después está el twitter...

Información a tiempo real y conexión con cualquier rincón de mundo, esa grandeza de la inmediatez; emociones, descubrimientos, a veces acercamiento, amigos y amor, también dolores... Otro mundo. Yo estoy intentando aprender a disfrutarlo, jajaja. Y cuanto más lo conozco, más miedo me dan ciertos status.
 



Tuit star: más de 1000 seguidores
Tuit star asentado: más de 2000 seguidores
Tuit star Estrella: más de 8000 seguidores
Tuit star estratosférico: más de 25000-30000 seguidores
Luego: Justin Bierber 42.146.022 (esta mañana, ahora ya, más)

(datos más o menos a ojo)


sábado, 6 de julio de 2013

Vida de una Reina. Capítulo III


 Vida de una Reina

Robert


Interior estancias Jaime. La torre de la espada. Día.

Cualquiera que no le conociese y le hubiera visto allí parado, no habría apreciado cambio alguno en su gesto, pero el señor de la Roca tenía tensa la mandíbula.

Siempre sospechó que las eternas habladurías sobre sus hijos en las cocinas y las caballerizas eran ciertas, más no lo había comprobado nunca con sus propios ojos. Recordó una mañana hacía muchos años en que Lady Joanna había acudido en su busca muy nerviosa, sin color en las mejillas y le había hecho abandonar un consejo, fue la única vez que su esposa hizo algo así. 
Cuando estuvieron solos se retorció las manos hasta irritarse la piel, era un gesto que su hija había heredado de ella; mientras deambulaba por sus aposentos le decía frases sin sentido para él  y le repitió hasta la saciedad que Jaime y Cersei no deberían volver a dormir juntos nunca, bajo ningún concepto. Pero poco tiempo después ella falleció en el parto de su último vástago y él ya no tuvo fuerzas para ocuparse de los chicos, lo dejó en manos de las septas que tenían en Roca Casterly. Mirarlos era recordar la pérdida cada segundo. Los mellizos eran su viva imagen, sobre todo la niña, por eso evitaba tratarlos, y Tyrion se la había arrebatado y era deforme, no soportaba su presencia.

Cersei gimió levemente cuando Jaime le mordió el labio mientras seguía acariciándole con cariño la tripa en la que llevaba el hijo de otro hombre. Ese suspiro de su hija le sacó de sus pensamientos. Lord Tywin decidió que debía hacer notar su presencia. Carraspeó.

Los mellizos giraron la cabeza a la vez. Cuando vio a su padre parado frente a ellos, Cersei palideció, su hermano trató de incorporarse y sin darse cuenta la tiró al suelo. – Ay –dijo ella-.

-          Por todos los Dioses, esto es esperpéntico. Levántate ahora mismo –le ordenó sin mirarla-.

Ella hizo caso a su padre, se puso en pie con toda la rapidez que pudo, le examinó y clavó avergonzada la vista en el suelo alfombrado de blanco.

-          Márchate Cersei, tengo que hablar con tu hermano.
-          Pero, pad..

No dejó que terminase, se acercó a ella y rugió en su cara.

-          ¡MÁRCHATE! – hizo amago de levantar una mano, pero cuando ella se tapó la cara él la colocó en su espalda de nuevo-. Ahora –dijo casi inaudible-.

La joven reina salió de los aposentos de Jaime en silencio. Los guardias que la esperaban en el portón de la torre observaron su gesto y decidieron escoltarla a una prudencial distancia. – Ni se os ocurra seguirme –chilló mientras les amenazaba con el dedo índice rígido- o haré que os decapiten aunque sea lo último que consiga en esta vida. Los hombres se quedaron quietos en el sitio mientras Cersei continuaba su camino sola.

A medida que andaba por los corredores del castillo su ira iba creciendo, le costaba respirar, jamás iba a ser dueña de su destino –pensó-. Contuvo las lágrimas y se dirigió a la sala del trono a buscar a Robert.

Cuando entró, el rey estaba departiendo con lord Arryn, al ver a su esposa levantó una mano indicando a este que callase. El señor del Valle se volvió e hizo una reverencia a la reina, ella le correspondió con una leve inclinación de cabeza.

-          ¿Qué quieres, mujer? ¿No ves que estoy ocupado?
-          Necesito hablar con vos, a solas…

Jon Arryn captó la indirecta, era un hombre prudente, un don nadie –meditó Cersei-. La Mano del Rey volvió a bajar la testa en señal de respeto – Majestad. Mi reina, me retiro a otras obligaciones -. Al verle marcharse, Cersei le observó y sintió una pizca de compasión por Lady Lysa, esa también tenía lo suyo con aquel marido.

Una vez estuvieron a solas, Cersei miró la sala y a su marido, ese hombre no pegaba allí, hasta su hermano Stannis tenía más porte de Rey que él. Aún tenía en los labios el sabor de su hermano; imaginó a Robert mordiéndola igual esa noche en el lecho y le sobrevino una arcada. No, como Jaime, nunca –se dijo a si misma-.

-          ¿Qué te ocurre? ¿necesitas un maestre? –Preguntó Robert dándole la espalda sin atisbo de preocupación y dirigiéndose al Trono de Hierro- bebes mucho últimamente y eso hay que saber hacerlo, querida, ja ja ja.
Sus carcajadas retumbaron en las paredes. A Cersei le vino un pensamiento que era casi una súplica a los Siete - ¿Por qué este hombre no se corta nunca con las espadas? –Cogió aire-.

-          No, no es por eso, es por otra cosa.
-          Pues cuenta y no te hagas la misteriosa, estás empezando a hastiarme.
-          Estoy embarazada – dijo la leona con tono monocorde alzando la cabeza-. Vamos a tener un hijo.

Por un segundo pareció que él iba a esbozar una sonrisa, pero no lo hizo, no sé le notaba contento. -  Ni siquiera este hecho le va a hacer quererme un poco –razonó Cersei-.

-          Eso está muy bien. Estabas tardando en darme un heredero. Creí que acabaría teniendo que conformarme con un bastardo –ahora sí se rio, y esa risotada se le clavó en lo más profundo. No reflexionó, habló directamente.
-          ¿Cómo ese Grendy? ¿A cuántas putas os habéis tirado ya en Desembarco, amado esposo? ¿Cuántos Baratheon habéis engendrado antes de nuestro matrimonio? ¿Y después? Porque a quién le gustó paladear putas una vez, le agradará toda la vida.

El rey Robert se levantó como un animal rabioso, enganchó a Cersei por el cuello del vestido desgarrándoselo y se acercó escupiendo al chillarla. Era la segunda vez que la gritaban en la cara en una misma mañana –pensó-:

-          ¿No estaréis hablando de Lyanna? MI Lyanna. ¿Verdad? ¿VERDAD QUE NO, MALDITA RAMERA?
-          No he sido yo quien la ha mencionado, Robert –dijo sin apartar los ojos de los de él-.

El golpe fue tan grande que la lanzó contra el suelo. Nada más recibirlo, Cersei supo que ese cardenal duraría semanas, al caer ya había empezado a hinchársele la cara. Su marido se dio la vuelta completamente fuera de si, agarró una jarra de vino que encontró, le tiró a ella el contenido encima y acto seguido la estrelló contra el piso. La reina, continuó mirándole desafiante, él hizo amago de darle una patada, pero cuando la vio taparse la barriga instintivamente y flexionar las rodillas, se contuvo.

-          Mi hijo va a ser lo que te libre de que te mate. Más te vale que nazca sano.

Sin decir nada más, se marchó. Cersei, ya sin valor ninguno ante el miedo de lo que pudiera ocurrirle a su bebé, aguantó un rato quieta en el suelo protegiéndose la tripa con ambas manos. 
Cuando consideró que él ya no iba a volver, se levantó y caminó hacia el Trono, se sentó y vio la mesa auxiliar con la copa de vino, extendió la mano para cogerla y frenó un segundo antes de que sus dedos rozaran el cristal, las lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas, estiró de nuevo los dedos, agarró la copa, y se la bebió de un trago. Ahora sí, ya no era ella la dueña de su vida. Se acarició el vientre.



Continuará









Vida de una Reina. 
Fanfic basado en canción de Hielo y Fuego.
Los personajes y lugares son propiedad de G.R.R.Martin
ropadeletras
Julio 2013

Pepe y Papa. El Guaraná





Ilustración de Elena Idígoras


"El guaraná"



Papa abre la nevera y se queda muerta.


Papa:
PEPE *Grita dirigiéndose de la cocina al surco*


Pepe:
Dime.


Papa:
¿Qué hace la nevera llena de latas de Guaraná?


Pepe:
Es que he pensado un negocio vendiéndolas fresquitas por la playa.


Papa:
Ay Pepe, tú me vas a deshidratar a disgustos.


Pepe:
Que no Papa, que hasta me he hecho un anuncio. escucha:

- ¿Necesitas emborracharte? Muy bien, claro que sí. Tengo guaraná
+ Uy ¿Y eso que es?
- La coca de los pobres.

He pensado que si quieres te vienes conmigo y lo escenificamos
juntos, como si fuera un teatrillo.


Papa:
No lo veo yo eh.


Pepe:
Pues más vale que sí, porque he invertido tus ahorros.


Continuará
...