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lunes, 14 de febrero de 2011

Relato de San Valentín: La continental y el homenaje



Erase una vez, que ella necesitaba sentirse viva, hacer algo fuera de la Ley... Darse un homenaje. El cuerpo le pedía una transgresión. Fue por eso, que cuando se le puso la oportunidad delante, se atrevió a hacerlo.

Cuando subió al interurbano, iba casi vacío:

Una señora leyendo voraz un libro, una teenager pintándose la raya del ojo, dos chavales compartiéndo música en un I-pod. Y un dormido.

Ella, se fue hacia los asientos de la última fila y se hizo un porro de marihuana que le había regalado una amiga. Lo tenía hacía una semana, pero lo estaba reservando para una situación especial. Ese día lo era. Cundo hubo acabado de liarlo, pensó, "- Ahora o nunca". Se lo encendió.

Empezó a hacerle efecto rápido, estaba rico de sabor y sensación, por lo visto se llamaba Bubble gun; ni siquiera se fijó que volvían a parar, tampoco vio al tipo que subió... Hasta que se sentó a su lado.

Tendría unos treintaitantos cortos, era moreno con el pelo liso y llevaba gafas de pasta, unos vaqueros y una camiseta de Corto Maltesse. Parecía un italiano de esos que estudian fuera de su país. No estaba nada mal.

Ella, dudó un segundo si apagar el porro, pero a esas alturas, ya llevaba tal pedo, que descartó la idea rápido. Había decidido que por una vez, iba a ser una salvaje y ese tipo, tenía pinta de muchas cosas además de "Topollino", pero para nada parecía un madero.

Se dio cuenta, de que el la miraba de vez en cuando de forma furtiva al principio y con más descaro después, hasta que más por no saber que hacer, que por otra cosa. Ella le ofreció el porro, sin decírle una palabra. Sólo le sonrió. El lo cogió e igual, le regaló una sonrisa sin decir nada. Eso la gustó.

El calor del autobús, el sol, la carretera semi vacía inspirando libertad, el pedo, las ganas... En realidad quién sabe qué... El caso, es que de repente, varias cosas sucedieron a la vez.

Al devolverle ya una chusta, a ella le tembló el pulso, dejando caer el resto de cigarro de maría al suelo. Los dos se agacharon a la vez y sus caras y sus bocas, quedaron entonces a milímetros. El después de un microsegundo, se acercó y la besó con suavidad en los labios.

En menos que canta un fénix, se estaban morreando como dos locos, tumbados en el asiento trasero del autobús. Ninguno de los dos parecía que fuera a tener un mañana, no existía el afuera ni el después, a ambos les hacía falta aquello. Empezarón a morderse el cuello, a meterse mano por encima de la ropa. Llegando casi a una tercera base.

El viaje acabó demasiado pronto para su gusto, pero "gracias a Dios" también, estaban a un pelo de perder el norte del todo...

Cuando llegaron al tunel de la Avenida de América, empezaron a separarse y a recomponer su ropa. Se dieron un último beso.

Al bajar, ella le dijo adiós con la mano, como única despedida. Nada de hablarse, nada de teléfonos.

Cuando entró al metro por fin, se sintió nueva... "- A veces", se dijo a si misma, viene bien la opción de ser una outsider y una guarrilla. Le había venido fenomenal el refregón.

Dándole gracias a la vida, cogió la linea 4, dirección Arguelles, si se desviaba y hacía un transbordo. Le daba tiempo a pasarse por la FNAC.

Era verdad, la vida a veces podía ser maravillosa... En el momento.

(No continuará)

;)

3 comentarios:

Jenifer Plaza Alfayate dijo...

Me ha encantado pequeña, me pirra como escribes,todas hemos necesitado alguna vez es corto pero intenso "autobús". Sigue escribiendo como siempre, que nosotros seguiremos sonriendo con tus relatos mil bs

Cristina dijo...

je je je...

Cristina dijo...

Muchas gracias mi niña.

Me alegra mogollón que te haya gustado...

Quién sabe nunca dónde está la próxima continemtal ;) Muaka